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domingo, 6 de octubre de 2013

"(Neo) liberalismo autoritario" (Debate con Enrique Krauze (2da entrega), Revista Proceso, 6 de octubre de 2013)


John M. Ackerman

Históricamente uno de los obstáculos más importantes para la materialización de los avanzados principios y compromisos enarbolados durante la Revolución Mexicana y plasmados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos han sido los falsos discursos “liberales” que fingen apoyar las conquistas sociales pero que en realidad defienden los privilegios de la oligarquía. Los planteamientos de Enrique Krauze sobre la reforma energética dan continuidad a este liberalismo autoritario, hoy ya transmutado en un neoliberalismo trasnochado, que nada bueno ha dejado a la nación. 

El 21 de mayo de 1911, en la firma de los acuerdos de Ciudad Juárez con el gobierno de Porfirio Díaz, Francisco I. Madero traicionó el ala campesino de la Revolución y abandonó su compromiso con el reparto agrario originalmente incluido en el artículo tercero de su Plan de San Luis (véase: http://ow.ly/pqGAB). Más adelante, ante la huelga general estallada el 31 de julio de 1916, el entonces Presidente Venustiano Carranza se olvidó de sus compromisos “Constitucionalistas”, impuso la Ley Marcial e incluso se atrevió a establecer la pena de muerte para todos los “trastornadores del orden público”.

En su discurso inaugural al Congreso Constituyente de 1916-1917 Carranza expuso las coordenadas básicas del liberalismo autoritario de donde hasta la fecha abreva el régimen político mexicano. El “Primer Jefe” dejó claro que la función más importante del gobierno “revolucionario” no sería propiciar la justicia social o garantizar los derechos colectivos, sino únicamente defender la “libertad humana” y la “libertad individual”. No fue gratuito, por ello, que su propuesta para el nuevo artículo 27 constitucional fuera tan conservadora y que en relación con el artículo 123 el Presidente no enviara propuesta alguna. Al parecer, la única “libertad” que le interesaba a Don Venustiano Carranza era la que necesitarían los nuevos oligarcas para explotar sin obstáculos a los campesinos y al pueblo trabajador. 

Carranza también demostró un profundo desprecio por el pueblo mexicano y una idealización de los sistemas políticos extranjeros. Se refiere a Inglaterra y a Estados Unidos como “los pueblos más grandes y más poderosos de la tierra” y señala con entusiasmo la “grandiosidad de la revolución francesa”. En contraste, tacha de “ignorantes” a quienes hicieron la Revolución Mexicana y establece que el pueblo necesita “gobiernos fuertes, capaces de contener dentro del orden a poblaciones indisciplinadas, dispuestas a cada instante y con el más fútil pretexto a desbordarse, cometiendo toda clase de desmanes”. Carranza incluso recurre a los textos de Alexis de Toqueville para criticar la falta de la necesaria “cultura elevada” en México. De forma similar, Krauze hoy utiliza a George Orwell para descalificar los supuestos “dogmas” y “traumas” de la izquierda mexicana actual...

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