ADQUIERE "EL MITO DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA"

lunes, 13 de julio de 2015

"Estado criminal" (Revista Proceso, 12 de julio, 2015)

John M. Ackerman

Los casos de Tlatlaya, Ayotzinapa, Apatzingán y Ecuandureo evidencian un claro patrón de ataque sistemático desde las instituciones del Estado en contra de la población civil. Cada día resulta más evidente que el gobierno federal priista se comporta como un grupo más del crimen organizado, sin el menor respeto para la humanidad o el debido proceso. La crisis de derechos humanos que se vive en México es sin duda aún peor que durante el sangriento sexenio de Felipe Calderón. 

Bajo el mando de Enrique Peña Nieto, las instituciones supuestamente “públicas” asesinan en sangre fría a sospechosos e intervienen sin control alguno a las comunicaciones privadas. No es de ninguna manera gratuita que el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez haya remitido su informe más reciente, sobre las ejecuciones extrajudiciales cometidas en Tlatlaya el 30 de junio de 2014, a la Corte Penal Internacional con sede en La Haya. El orden de “abatir los delincuentes en horas de oscuridad” convierte tanto los altos mandos de seguridad como el mismo Presidente de la República, como Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas, en probables responsables de la comisión de graves crímenes de lesa humanidad. 

Abel Barrera, Director del Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, ha puesto el dedo en la llaga: “Desde el período de la ‘Guerra Sucia’…las autoridades federales dispusieron del Ejército Mexicano para que se encargara de aplicar acciones de contrainsurgencia con el fin de acabar con la insurrección popular. Desde aquellos años las instituciones castrenses y las instancias encargadas de procurar y administrar justicia fueron utilizadas como estructuras delincuenciales para solapar y proteger a quienes han cometido crímenes de lesa humanidad” (análisis completo disponible aquí: http://ow.ly/PnfPj). 

El hecho de que hoy el modus operandi de las fuerzas de seguridad se mantiene igual que hace cuarenta años comprueba una vez más que México jamás experimentó “transición democrática” alguna. La alternancia entre el PRI y el PAN en el poder presidencial no ha sido más que una gran cortina de humo que ha servido para distraer la atención del proceso de consolidación de un Estado criminal...

TEXTO COMPLETO DISPONIBLE AQUÍ